El amor después del dolor: el recorrido que hizo Fito Páez para convertir en arte su tragedia personal
En la serie de Netflix se cuentan los primeros 30 años del rosarino, signados por su transformación a artista, el florecimiento de su éxito, la pérdida de su familia y las mujeres que lo marcaron para siempre.
La muerte de su madre a fines de 1963 cuando sólo tenía ocho meses, el fallecimiento de su padre en 1985 cuando comenzaba a florecer el éxito de su recorrido solista, el brutal asesinato a sus abuelas ocurrido apenas un año después. Una colección de tragedias que, en no pocas ocasiones a lo largo de ocho episodios, a quienes estuvieran del otro lado la pantalla seguramente haya condicionado hasta las lágrimas.
El amor después del amor podría llamarse Pobre Fito. Y no por ser compasivo con ese pibe cándido, lleno de ternura y de modales pajueranos -al decir del Charly García compuesto por Andy Chango-, sino porque parece demasiado dolor para ser soportado por una única persona. “Yo no vengo a ofrecer una mierda mi corazón”, repitió Páez varias veces a lo largo de 1987, invadido por esa furia desgarrada y queriéndose sacar de encima la conmovedora hondura que contenía el tema que cerraba el lado A de su LP Giros (1985). “Que me lo devuelvan”, reclamó, incluso.
Sus dichos impresos en papel de revista llegaron a los ojos del Indio Solari, quien en un camarín de Cemento se lo hizo saber. “Cuando sucedió lo de mis abuelas me puse re punketo… Era un chico progre, hijo de la democracia, de la primavera alfonsinista que no iba a volver a cantar ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’. Empecé a no querer al flaco que había escrito eso. Un día fui a ver a los Redondos y el Indio me retó. Me dijo: ‘No está bien esto que estás diciendo del tema, porque es precioso, tenés que valorar eso que escribiste’. Me puso en su lugar, me hizo darme cuenta de lo que estaba haciendo, me dio la perspectiva y el valor de las palabras que tiene esa canción. Y que no podía ir por la vida pisoteando lo que había escrito hacía pocos años”, recordó Fito en La Peña de Morfi en marzo de 2019.
“Yo decía: ‘Mi corazón no se lo doy a nadie, nunca más’. Pero, ¿sabés lo que me ayudó a vivir? El amor que me dieron mis abuelas. Me hacían las milanesas, tenían la comida lista a la hora que tenía que estar, me cuidaban si me enfermaba, me lavaban y me planchaban la ropa, me hacían la cama… Vivían solamente para mí. ¿Y dónde está todo eso ahora? Todo eso no lo borró un asesino: está aquí, en mi corazón. Por eso cuando hice El amor después del amor, muchos no entendieron que no estaba hablando solamente de Cecilia Roth… Estaba hablando de mis abuelas. Y por llevarlas conmigo, sé que vivir sin amor es una enfermedad”, le confió Fito a Enrique Symns en 1995 para el libro que firmaron juntos en torno a su vida y a las peripecias del tour de cabotaje de Circo Beat.
¿Hay manera de dejar atrás tanto dolor? “El amor y la vida de esas mujeres lo hicieron ir por un tubo de una manera muy delirante. Y no hay nada que pueda apaciguarme. Interiormente, hoy todavía sigo tomando pastillas para dormir a causa de que tengo pesadillas cuando duermo”, le contó a Teleshow en 2021, refiriéndose del asesinato de sus abuelas. “Si bajás el volumen y lo ves al tipo cantando, lo único que hay es un tipo que está diciendo: ‘¡Mamá, mamá, mamá!’. Eso es todo. De eso se trató toda mi vida”, le resumió a Leila Guerriero en 2018.
Entonces, no hubo punto de quiebre que haya torcido la pluma del rosarino, ya sea para exorcizar demonios o convidar alegría. Desde el inicio encontró inspiración en su propia biografía poniendo en juego hechos y emociones para contar y cantar. También afiló el ojo para traficar crónicas coyunturales en canciones. Y además fue hábil para inventarse fábulas que con los años fueron coreadas por estadios. “Fito le canta a la vida, le canta al pueblo, le canta a la tierra. Yo estoy muy compenetrado con todas las cosas que dice y que canta”, sintetizó Diego Armando Maradona en 1993.
“La biopic de Netflix está basada en mi biografía, desde mi nacimiento y hasta los 30 años. El amor después del amor es un lindo título para pensar todo ese tramo, de dónde sale y dónde termina, que casualmente es el momento de máxima consagración, aparentemente”, le había adelantado Fito a Teleshow un año y medio antes del estreno de este éxito instantáneo que hoy parece monopolizar las conversaciones. Reedición y redención de una época y épica ya lejana pero que en algún lugar todavía sigue latiendo.
Una posible segunda parte de esta serie con los siguientes 30 años de Fito no tendría esos giros dramáticos que son humus para los guionistas audiovisuales que gustan de estirar historias hasta el hartazgo. Ya consolidado en el improbable Olimpo del rock argentino, se lo vería ultra prolífico, agregando más y más canciones en nuestro walkman o playlist: un disco exitoso como Circo Beat, grabado en Rosario, en el que echó mano a su infancia más luminosa (“Vi sus caras de resignación / Los vi felices llenos de dolor / Ellas cocinaban el arroz / Él levantaba sus principios de sutil emperador…”, caracteriza en “Mariposa Tecknicolor” para homenajear a su familia); una trifulca mediática con Joaquín Sabina después de Enemigos íntimos, álbum a cuatro manos; sus aventuras literarias y cinematográficas -con la lapidada Vidas Privadas y la un poco más celebrada Dónde está el portaligas-; también diversas manifestaciones contra adversarios políticos y algún que otro desencuentro con su público.
Habría mucho de Cecilia Roth, por supuesto. Desde el lamento de “La despedida”, en donde Fito comenzaba a intuir que esa unión empezaba a desintegrarse (“Sabe amargo el licor, de las cosas queridas / Se acabó lo mejor, quién nos quita esta herida / Tú me pierdes a mí, yo te doy por perdida”), la llegada de su hijo Martín que inspiró Rey Sol, tema y disco; hasta el Naturaleza sangre, completamente teñido por la separación.
El amor con Romina Richi que aumentó con Margarita, su segunda hija, a la que le dedicó al menos dos canciones: “Waltz for Margie” -especie de cita a Bill Evans en el notable trabajo solo piano Rodolfo- y la homónima “Margarita”, muy en su tradición poptimista. Tendría que sobrevolar Celeste Cid, un romance mediatizado a pesar de ambos. Además la historia con Julia Mengolini, con sus lados A (”Yo te amo”) y B (”Rock & Roll Revolution”). Y por supuesto la unión con Eugenia Kolodziej, que empezó con un ida y vuelta por Facebook y en lo artístico llegó a su pico en “Tu vida mi vida”.
La despedida de un ídolo-padre como Spinetta (”La vida sin Luis”), la llegada de nuevos aliados (el emotivo dueto “Gente en la calle”, con Lali; y todos los que se vendrán en la nueva versión de El amor después del amor). Y tantas, pero tantas postales que hacen del collage de la depredación humana (desde “La casa desaparecida” y “El diablo en tu corazón” a “La ciudad liberada” y “Lo mejor de nuestras vidas”) mientras sigue mirando hacia atrás (”Los años salvajes”, con el que anticipó este 2023 autobiográfico) y para adelante (”La canción de las bestias”).
“Soy pisciano y tengo ascendente en géminis, entonces son cuatro personas adentro mío, al menos: un pez para cada lado y los dos gemelos que están juntos y piensan totalmente diferente a la vez. Tengo un quilombo bárbaro ahí adentro. Intento que gane el amor. No lo logro siempre. Y también soy una bestia y soy muy animal. Y cometo muchas torpezas. He hecho un montón de daño, también. Tengo la lengua muy afilada, ¿viste? Y he tenido problemas con muchos músicos en mis bandas, familiares, de todo tipo. Y también tengo el don del arrepentimiento. Siempre quiero que prime la convivencia. (…) Y al revés también: cuando el otro me clava el cuchillo por atrás, no me cuesta nada perdonar. No soy resentido ni rencoroso. Me parecen todas cosas menores. La muerte se lleva todo, muchachos, para cargar con esas tan pesadas mochilas”, le dijo de un tirón a Teleshow para definir parte de su personalidad.
Insistimos: ¿es posible salir de semejante pozo? “Si estás bajando todo el tiempo, lo que tenés que hacer es subir”, le explicó a Lalo Mir en un episodio de Encuentro en el estudio acerca de cómo logró encauzar la composición de “Cadáver exquisito” después de haber estado trabado durante seis meses con la primera parte del tema. Una máxima que Fito parece haber aplicado a su propio andar, también. O quizás lo hizo más sencillo aun, tal como escribió para que cante Juan Carlos Baglietto en 1982: “Solo se trata de vivir, esa es la historia”.
Por Ezequiel Ruiz – Infobae