Si nos atenemos a lo que ocurre a una semana de las PASO, es preciso preguntarse si los ciudadanos votan bajo el influjo de ideas, o si prevalecen en sus decisiones los sentimientos más primarios; si los dirigentes actúan explotando esos sentimientos populares, o si lo hacen bajo lógicas en las que prevalece la responsabilidad.
Por: Luis Edgardo Jakimchuk
La racionalidad política es una racionalidad práctica en un contexto político, social, cultural y económico determinado y que lo ordena a un fin determinante. No sería posible, entonces, precisar la racionalidad o no de una acción si no contamos con una idea política ordenadora de esa situación. Y esto surge de confrontar ideas, contrapuntos de argumentos con recursos sólidos de sus dirigentes. A final de cuentas, la política sirve para la construcción de políticas públicas con objetivos en común, que abarque los intereses de todos.
Esto implica debate, revisiones, explicaciones contundentes de la política. ¿Y el debate y las explicaciones donde están?
Siguen encerradas en su laberinto, sordomudo a la necesidad de la gente.
Alguna vez Albert Einstein se interrogaba: “Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás”.
Esta misma sensación creo, debe invadir a muchos argentinos cuando observan que se plantea como eje discusiones absurdas como, “garchar” sí o no, si fumar un porro es igual en Palermo o en la villa, si los carpinchos populistas kirchneristas pueden invadir o no las casas de los ricos, si Cristina es mala, mala, mala. Si el cumpleaños de Olivo debe pasar a la justicia federal, o si el populismo ataca la libertad, o la profesora militante, o ridiculizar la figura presidencial, o que el gobierno se debe ir, sobre los temas de fondo que preocupan a buena parte de los argentinos.
Quizás lo más llamativo sea que la mayoría de aspirantes a ocupar una banca en el Congreso no registran que por naturaleza, somos sujetos sociales, cuyo desarrollo depende de los vínculos que se entabla con la idea de construcción ciudadana, en este caso, con sus políticas públicas. Esto significa que los ciudadanos son las que construyen la relación político, social y económico en el cual se desenvuelven, a la vez este contexto incide en su realidad cotidiana.
Es responsabilidad de la política explicar qué ideas y modelos viables dará solución a esta situación preñada de tremendas dificultades. De seguir con esta ignominiosa situación, y sin una agenda común, la degradación de las instituciones está garantizada.
Se supone que, si el gobierno en esta elección está a “siete diputados de ser Venezuela”, la oposición debería debatir para desnudar la “narrativa populista” del gobierno que, según Alfredo Cornejo, no puede dirigir al país porque no tiene un denominador común.
La pregunta es ¿Por qué no lo hace? Es simple, porque no tienen argumentos políticos para rebatir su nefasta gestión de gobierno. Además, el poder real que es anti política y anti instituciones, maneja la agenda política a través de los medios afines. Clarín, La Nación y todos sus satélites comunicacionales (que son mucho más peligrosos que el Juntadero macrista), son los que les baja líneas a los dirigentes opositores. La derecha necesita distracción para desviar la atención de lo importante que es definir el rol del Estado de la post pandemia. Necesita ser filtrada por los medios hegemónicos para poder comunicarse con la sociedad a la que no aspira a representar sino simplemente a controlar.
La sociedad necesita que la dirigencia política debata sobre el gran problema de fondo que condiciona la post-pandemia y la posibilidad de un desarrollo con equidad social: la deuda externa.
La deuda ha sido siempre un instrumento político y la gente no tiene manera de conocer su funcionamiento sin una explicación también política. Tiene que haber argumentos bien concretos de ese irracional endeudamiento con el FMI, porque tiene efecto en las personas todos los días. La deuda es hija del déficit fiscal.
En efecto, la Argentina en términos absolutos es la nación más endeudada en moneda extranjera del planeta, según datos multilaterales públicos y privados resumidos por el BIS, el banco central de los bancos centrales con sede en Basilea, Suiza. (29-08.21 Cohetealaluna). La sociedad tiene derecho a saber quiénes se beneficiaron con ese endeudamiento. Si hay algo que la historia de endeudamientos enseñó a los argentinos, que fue siempre una aspiradora de esfuerzos colectivos, de despojos de derechos, de empobrecimientos y desesperanza. Sobre todo, nunca sumaron recursos a la producción, al desarrollo y si a la fuga de divisas.
Macri enmarca, casi a diario, sus lapsus en los medios. Alega que “hicimos muchos pelotudeos en el ejercicio del poder … No pudimos domar la macroeconomía, claramente no estuvimos a la altura de las expectativas que habíamos creado…. Nosotros aprendimos de nuestros errores gobernando…para ganar plata hay que evadir impuestos”. Con una impudicia tremenda le echo la culpa a Cristina sobre su pésimo gobierno. Bullrich que dice “basta de globos, ahora tenemos que tener ideas”. “Hay un camino distinto posible, ese el dilema que van a plantear estas elecciones”, coinciden Frigerio y Vidal, los candidatos del PRO. Son farsantes, porque no tienen capacidad de proponer un horizonte factible para componer las consecuencias de sus mentiras.
Los cambiemitas piden que los voten prometiendo que “todo ese aprendizaje (miseria, desempleo, evasión, endeudamiento, corrupción) lo vamos a poner en valor y nos va a llevar a 20 años de crecimiento, de progreso”. En buen romance, “lo mismo, pero más rápido”.
El Frente de Todos necesita del voto para generar el contexto necesario para batallar contra los poderosos. Necesita desde el Congreso acompañamiento a direccionar el desendeudamiento, a orientar y financiar actividades productivas para generar más trabajo, a construir consensos para frenar la reducción en el salario real provocada por los monopolios a través de las constantes remarcaciones de precios. A encontrar andamiajes institucionales para alterar la desproporción del reparto de la riqueza nacional, el principal obstáculo para lograr bienestar y que los derechos sean efectivamente gozados por la mayoría de la población. A tener diputados y senadores que discutan la reforma de la justicia. A avanzar con la agenda de transformaciones que propuso Alberto Fernández y se demoró por la pandemia.
La taba está en el aire