Las islas del delta quedaron sin agua: los problemas que viven sus habitantes
El 75 % del área de la cuenca del Paraná (que tiene una superficie total tan grande como toda la Argentina) está afectada por sequías moderadas a excepcionales.
“Antes acá las familias venían en canoa o en lancha y dejaban a los chicos a veinte metros de la entrada de la escuela. Hoy vienen en cuatriciclo, a caballo, en bici o caminando, porque no quedó más agua. Nunca vi esto”. Miriam Duré es directora y docente en la escuela rural Martín Jacobo Thompson, ubicada en la Segunda Sección del departamento Victoria, en islas entrerrianas del Delta medio del Paraná, muy cerca de Rosario.
La otra orilla
Si bien los efectos más duros de la bajante se perciben entre los habitantes de las islas del Delta, son muchas las actividades de tipo recreativas o turísticas con base en la ciudad que también sufren de primera mano este fenómeno extremo. Los clubes náuticos, muy numerosos en Rosario y la región (la Unión de Clubes de la Costa reúne a unas 30 entidades), hace dos años que no operan con normalidad y muchas embarcaciones no pueden navegar al estar las guarderías y caletas sin una sola gota de agua. Si bien es imposible saber con certeza cuántas lanchas y veleros están varados, es una proporción importante de las 25.000 embarcaciones que integran el padrón náutico de la ciudad y zona de influencia, el segundo en importancia a nivel nacional.
¿Cuál es la solución a esto?
Isleños, pescadores, navegantes y gente del río responden lo mismo: que llueva en Brasil, allí donde el Paraná se nutre de agua y comienza su largo camino hasta el río de La Plata. Hasta que eso ocurra, no antes del verano, sólo queda esperar.
Llegan caminando
Trabaja hace 21 años allí y, como todos aquellos en estrecha relación con el río por elección o necesidad, todavía no puede creer que esta bajante histórica no termine más. “Extraño el agua. Nosotros estábamos preparados para las inundaciones, por eso la escuela está hecha sobre pilotes. Esto nos descolocó por completo”.
La salida escolar, es una postal de la nueva normalidad de los habitantes de esta porción del territorio del Litoral: de a poco se van arrimando padres y madres caminando, mientras otros llegan en cuatriciclo, atravesando terrenos donde el verde furioso de la vegetación nativa fue dejando paso al gris y al marrón característico de la sequía, esa que desde hace dos años alteró por completo la forma de vivir y de trabajar en uno de los humedales más habitados y grandes de Sudamérica.