El partido socialista recuerda su creación
Ocurrió en 1896, decenas de agrupaciones políticas y gremiales confluían en el congreso constituyente del Partido Socialista Argentino, con figuras centrales en la época de su fundación, como lo fueron Juan B. Justo y José Ingenieros, que a lo largo de su actividad teórica y práctica generaron una fuerte impronta sobre la política, el mundo del trabajo y la sociedad, a través de su amplio arraigo político, cooperativista, sindical y cultural.
Fue en 1904 cuando accedió al Congreso de la Nación el primer diputado socialista de América: Alfredo Palacios; para sacudir al Parlamento Nacional con su novedosa agenda legislativa, dando lugar a una legislación social de avanzada que nos acercaba a lo que sucedía en los países más desarrollados del mundo. Desde entonces, con las contradicciones propias de cualquier organización centenaria, la historia del socialismo en nuestro país trabajó siempre en el perfeccionamiento de la democracia y en la defensa de los desprotegidos, aportándole una práctica coherente y honesta a la política argentina, sosteniendo los valores de la honestidad de Juan B. Justo, de la lucha por la igualdad y la libertad que llevaron adelante Palacios y varias generaciones de socialistas, y la labor incansable por los derechos civiles y políticos de las mujeres que inspiró Alicia Moreau.
Hoy, en nuestro país, los valores socialistas están más vigentes que nunca. El socialismo moderno, la socialdemocracia, que entiende que todavía es necesario profundizar cambios sociales, políticos, económicos, sistémicos en general que nos lleven a constituir una sociedad más Justa, Igualitaria, Transparente y Feliz.
Reivindicamos en pleno siglo XXI los valores de la rebeldía. No de la vieja rebeldía de la violencia, sino de la rebeldía intelectual de los pueblos: no como hecho reservado a los sabios y pensantes: sino como aquella rebeldía intelectual que significa ser capaz de ignorar a la resignación y comenzar pensar. Pensar qué cosas nos parecen bien y cuáles no. Cómo podemos mejorarlas y para qué. Esa es la libertad en el siglo XXI, los pueblos en la mayoría de los casos ya no luchamos para romper las cadenas de la opresión física: hoy la libertad es la capacidad de acceder a la educación, a la capacidad de pensamiento, y desde esa actitud de entendimiento de hombres y mujeres libres frente a un sistema ya establecido y por tanto no contemporáneo ni de vanguardia, seremos capaces de alcanzar la verdadera libertad humana.
Ser libre no es ir de un lado a otro. Tampoco es ir a votar. Cuando un ciudadano se mueve en pos de la necesidad, del hambre, del frío, de los avatares de alimentar a la familia y poder administrar sus pocos recursos: no estamos constituyendo una ciudadanía libre. El que no come todos los días no puede pensar. Nuestros pueblos parecieran estar condenados a la mera supervivencia. Allí deberá estar el socialismo del siglo XXI: buscando unir de forma definitiva a la igualdad y a la libertad, y para eso, debemos proyectar sociedades capaces de vivir la libertad como un hecho de intelectualidad colectiva, de arraigo y de intercomunicación, y ya no sociedades a donde se salva quien puede y sólo sobrevivimos como animales en una selva.
Sólo la capacidad de diálogos sin prejuicios, crispaciones, ortodoxias, y que sean capaces de generar un cauce de ideas transformadoras, participativas, transparentes, y federales permitirán aportar a la construcción de los grandes consensos que la profunda crisis estructural y multidimensional que atraviesa el país demanda con urgencia. En ese sendero, con mucha humildad pero con mucha convicción, seguiremos marchando desde la socialdemocracia en Entre Ríos y en Argentina.