(Por Prof. Paulo D.Tisocco) – Antoine de Saint-Exupéry llegó a la Argentina un 12 de octubre de 1929 y poco tiempo después regresó a Francia un 1º de febrero de 1931.
Habían pasado veintinueve años desde que había nacido el 29 de junio de 1900 en Lyon Francia, y, a decir de su pluma, tal vez nunca se habría imaginado la historia de hadas que él iría a vivir entre la aventura del vuelo y su pasión por la escritura.
En aquel tiempo eran los primeros vuelos de la aviación civil en nuestro país, tratando de conectar en cierta medida las poblaciones urbanas entre Buenos Aires y Asunción del Paraguay.
Su paso fue efímero como su vida, que floreció solo durante cuarenta y cuatro años. Sin embargo, ese tiempo por aquí es una metáfora de la intensidad vivida durante su juventud. Tanto fue así que en ese período transcurrido durante un tiempo de más de un año, conoció el amor; escribió; y tuvo momentos que lo dejaran inspirado por el resto de sus obras, y de su vida también.
Saint-Exupéry vino a la Argentina con un contrato de la Aéropostale, una compañía francesa privada que procuraba establecer el correo aéreo.
Poco sabía sobre nuestro país, pero desde su arriesgado oficio de aviador rudimentario pudo darse cuenta de que había cierta magia en esta parte del mundo…
A finales de octubre de 1929, sobrevolando nuestra Concordia, Saint-Exupéry sufrió una avería mientras aterrizaba su avión Latécoère 25, en una planicie cercana donde hoy está el Donovan Polo Club, hacia el norte de la ciudad y cerca del Río Uruguay.
Al llegar a tierra dos jovencitas le hablaron en francés, lo que sorprendió gratamente al piloto que se había creído muerto sin darse cuenta, y que por lo tanto estas jóvenes eran especies de ángeles que venían a rescatarlo en estas tierras desconocidas.
Ellas vivían con sus padres en una casona cercana y lo invitaron a pasar la noche en su caserón, conocido más tarde popularmente como el Castillo San Carlos…
(Una mansión de estilo Luis XV construida por el hijo de un rico banquero francés, Edouard Demachy, en 1888, quien vino a estas tierras a invertir en la industria de la salazón de carnes) …
Posteriormente las jovencitas lo cautivaron y fueron su inspiración para escribir su experiencia en un texto publicado por el escritor francés en la revista parisina Marianne… sugestivamente titulado “Las princesas de Argentina” … y cuyas referencias más ampliadas en el capítulo “Oasis” del libro “Tierra de hombres” nos sugieren pensar que “El Principito” y todos sus personajes pudieron haberse gestado imaginativamente sobre las lomadas onduladas de nuestro hermoso parque San Carlos.
Esto se pudo constatar porque Saint-Exupéry realizó varias grabaciones en 1941 en su casa de Nueva York, destinadas al cineasta Jean Renoir para realizar un film que no llegó a concretarse. Jean Renoir mismo visitaría años más tarde el lugar de inspiración de su amigo Antoine.
Se puede constatar que, en aquellas cintas de 30 centímetros, Saint-Exupéry estaba encantado por Suzanne y Edda Fuchs Valon, las dos adolescentes “sauvages”-
Muchos años después en la Fundación Renoir sería descubierto aquel guion sobre el film “Tierra de Hombres” el cual estuvo guardado durante décadas.
Es hermoso poder ver a Suzanne y Edda ya adultas con palabras del escritor; y sus testimonios emocionantes de todo lo vivido cuando jóvenes…
En tanto, 15 años más tarde, Antoine de Saint- Exupéry fue derribado en su avión, por un caza alemán durante la Segunda Guerra Mundial, un 31 de julio de 1944, mientras realizaba un vuelo de reconocimiento.
Al igual que el Principito de su libro, desapareció para siempre en el horizonte…
Su luz desde el cielo aun nos debe seguir iluminando en una de esos millones de estrellas que podemos observar desde San Carlos al anochecer.
Por todo aquello, y por lo sucedido comprobadamente, es deber de los concordienses preservar, educar y difundir en la memoria colectiva este hecho histórico que nos acerca al humanismo del aquel escritor y que nos hermana con la ternura y la paz del Principito, junto aquella particular historia vivida hace ya 92 años atrás… en nuestra ciudad.