Mario Pereyra, el hombre más determinante en la historia de la radio cordobesa, falleció́ este domingo luego de varios días de internación por Covid-19. Tenía 77 años. Apenas conocida la noticia es una sensación de vacío y de dolor.
Vacío, porque desde el programa matutino Juntos cultivó un perfil omnipotente a partir de un olfato único para captar la vibración popular; y su ausencia, con toda lógica, magnifica cierto desconcierto, instituye una atmosfera de “antes y después” de él.
Y sensación de dolor, porque “Marito” era un comunicador querido por su audiencia y respetado en todos los órdenes de la sociedad.
Hoy, ese cariño popular eclipsa al perfil del polemista que, en el ejercicio de su profesión, entrevistó a Luciano Benjamín Menéndez en modo concesivo y, más recientemente, se refirió́ al dictador chileno Augusto Pinochet en términos empáticos.
Por estas intervenciones poco felices y por su centralidad, Mario Pereyra fue repudiado y dividió́ aguas.
No obstante, a la hora de su partida es inevitable destacar que sus modos expresivos, su capacidad de armar equipos y su determinación de priorizar la intuición por encima de “lo aconsejable” revolucionaron al ambiente radial cordobés.
Esa impronta, además, convirtió́ a Cadena 3 (y antes a LV3) en líder absoluta de audiencia.
Junto a Rony Vargas y sus socios de Radiodifusora del Centro, Pereyra dio vuelta como una media al carácter unitarista de la lógica mediática argentina.
En otras palabras, logró que una radio del interior alcanzara estatus federal y discutiera en un plano de igualdad de fuerzas con las metropolitanas.
Según una encuesta de la revista Punto a Punto publicada hace unos años, Mario Pereyra era el segundo hombre más influyente de Córdoba, después del gobernador Juan Schiaretti. El dato categórico, sin embargo, no atenuó́ su carácter de adicto al trabajo.
Este conductor devenido en empresario siempre fue por más y nunca se dio por satisfecho, a pesar de que le tocó vivir situaciones dolorosas.
“Estoy en el tramo final de mi carrera, por problemas del corazón. Pero ando fenomenal, no me puedo quejar de lo bien que estoy. Quiero dedicarle más tiempo a mi familia, viajar y conocer muchos lugares. Soy un Sarmiéntate, nunca he faltado en mi trabajo. Todos los días me levanto a las 5 de la mañana. Tuve la suerte de no enfermarme mucho, pero necesito estar con mi familia”, le dijo Mario al Diario de Cuyo en 2017, para contextualizar uno de sus tantos retiros en falso.
Por entonces, el conductor ya había perdido a su hijo Mariano, un golpe del que se sobrepuso como pudo. También salió́ adelante más cerca en el tiempo, en ocasión del fallecimiento de su nieto Mateo Mario.
La voz de Pereyra mostró cierta erosión por estas pérdidas, pero se fue reconstruyendo con el correr de los días. Como si se empeñará en demostrar que su tránsito por este mundo solo tenía sentido en el aire radiofónico.
“Me fui a mi casa, me encerré́… Hasta que un día decidí́ que tenía que volver a salir, y volví́ a la radio y traté de seguir haciendo el programa como siempre. A veces me quebraba, salía del estudio y me iba a llorar solo a una oficina. Soy muy llorón yo, pero sabía que no tenía que victimizarme”, le dijo Pereyra a Jorge Camarada, en entrevista con diario Alfil.
“Al aire no dije ni una palabra. Pero todos los días, al volver a casa, estacionaba el auto en cualquier calle y me ponía a llorar. Los taxistas se paraban, me golpeaban el vidrio y me decían: ‘¡Fuerza, Mario! ¡Vamos!’. ¿Sabe una cosa? Somos una familia muy unida, nosotros. Estoy casado con la mujer de siempre, en primeras y únicas nupcias, y tenemos tres hijos y siete nietos. Tres hijos, porque para mí́ Mariano sigue estando… Recién ahora, un año y medio después de que pasó, puedo hablar de esto sin emocionarme. Pero a veces… ¿Ve? Ya estoy llorando de nuevo”, amplió en aquel diálogo.
De San Juan a la Docta
Mario Pereyra se volvió́ una referencia mediática en Córdoba, pero nació́ y creció́ en San Juan.
Más específicamente, el 20 de julio de 1943 y en seno de una familia de clase media establecida en Villa Yanet, barrio suburbano de la capital de esa provincia cuyana.
Sus padres, Mario Pereyra Recabaren (dueño de la sombrerería Pereyra) y Marina del Carmen Martin, sonaban con un hijo abogado y generaron las condiciones para que este hiciera carrera en La Plata, Buenos Aires. Todo, claro, después de que cursara el bachillerato en el Colegio Don Bosco.
El plan no resultó.
“Yo estudiaba derecho en La Plata, pero no era lo mío. Un día les dije a mis padres ‘no quiero estudiar más’. ‘¿Y qué vas a hacer?’, me preguntaron. ‘Quiero hacer radio’”, recordó́ Pereyra en el sitio sanjuanalmundo.org, donde también contó que empezó́ con el radioteatro en los estertores del formato y que su gran pegada tuvo lugar en Radio Colon y junto a Rony, a instancias del productor artístico Francisco Bustelo.
“Diría que con Rony entramos en un momento de transición –recordó́-. Nos tocó́ un momento de cambio en la radio. Había una radio demasiado formal, prácticamente libertada, en la que no se permitía una risa o una broma bajo amenaza de una sanción, Nadie podía salirse de lo que estaba estipulado”, evocó.
“Es entonces cuando entramos nosotros, en ese momento de transición, en el que se terminaba ese formalismo y comenzábamos a hacer una radio con más libertad, con creatividad”, completó sin olvidarse de que el chileno Lucho Román fue su máxima influencia.
Mario Pereyra siempre reivindicaba sus orígenes radiofónicos, que se completaron con pasos exitosos por Radio Sarmiento (San Juan) y Radio de Cuyo (Mendoza).
Y los idealizaba al extremo de plantear que sus proyectos contemporáneos no eran más que la extensión de la agitación pueblerina que estos ofrecían.
“La verdad es que todas las cosas que hicimos en Córdoba ya estaban inventadas en San Juan. En tres meses, Córdoba se rindió́ ante esto que era una revolución de la radio argentina. Las grandes fiestas que hicimos en San Juan siempre fueron exitosas y se repitieron acá́… Y todavía siguen teniendo éxito”, amplió para sanjuanalmundo.org.
Así́, involuntariamente relevó como pasó de renovador a conservador blindado por un éxito irrefutable.
El nacimiento de Cadena 3
Mario Pereyra se estableció́ en Córdoba en 1984, mientras que Rony Vargas, el socio con el que trabajaba y salía a dar vueltas con una Galera por las calles de su terruño, lo hizo un año después.
Ambos llegaron tentados por una oferta de las autoridades de LV3, la radio que por aquel tiempo funcionaba en avenida Colon casi esquina Rivera Andarte y necesitaba una refundación para ser competitiva.
Además de la experiencia sanjuanina, la dupla tenía como respaldo unas coberturas de la temporada teatral de Villa Carlos Paz y la creación de una productora de espectáculos con base en Cuyo.
“Tuvimos mucha suerte. Encontramos a una persona que no conocíamos, el doctor Luis Varad, que había sido director de esta radio donde éramos empleados. Luis nos dice un día que la radio salía a licitación. ‘Preséntense’, nos sugiere. ‘¿Cómo nos vamos a presentar nosotros? Hace falta plata’, dijimos. ‘Yo tengo la persona que puede poner el dinero’. ‘Y quien es’. ‘Gustavo de Filippo’”, reconstruyó Pereyra para referirse a la privatización de LV3 en 1990.
“Nos hicimos socios de una persona que no habíamos visto en nuestra vida y hoy es nuestro socio mayoritario. Y resultó un tipo extraordinario, un gran empresario. Al principio éramos cinco socios, pero las cosas fueron decantando. Hoy somos tres. De Filippo que tiene la mayoría accionaria, Rony y yo. Y la radio tiene un director que es Gustavo Molina”, precisó luego el comunicador que así́ como recibió́ el beneplácito de la audiencia también era tentando regularmente por el poder político.
Pero si este no logró sentarlo en una banca legislativa o sacarlo del estudio para darle un cargo ejecutivo, sí lo consagró como una fuente de consulta permanente o como una figura con la que había que congraciarse para sintonizar con las mayorías. Con el pueblo, en definitiva.
Mario Pereyra era consciente de ese poder, y a veces lo ejercía sin pudores y sin temores de transgredir algún limite. En la antesala de las últimas elecciones presidenciales, por ejemplo, tuvo un fuerte cruce con el presidente Alberto Fernández y trató con un discutible paternalismo a Mauricio Macri, claramente su candidato favorito.
“¿Como usted se une a un sector que tiene un vicepresidente (por Amado Boudoir) que está preso, condenado; que tiene a una mujer (por Cristina Kirchner) con 13 causas; y que tiene a ministros que están detenidos por causas de corrupción?”, le preguntó al por entonces candidato del Frente de Todos, en tono inquisitivo.
A Macri, en tanto, le lanzó: “Hay un enorme porcentaje de argentinos que no cree que estén haciendo las cosas bien. Y están las elecciones mañana. ¿Cómo hacemos para decirle a esa gente que aguante? ¡La gente no aguanta, Mauricio! ¡Vas a perder las elecciones, y ahí́ se pierde todo este trabajo!”.
Un amigo de los artistas
Si bien era altivo y se sabía poderoso, Mario Pereyra construyó una relación entrañable con los artistas en ascenso y en las puertas de la consagración. Eso explica los saludos emocionados de una lista interminable de solistas y bandas de todos los frentes de nuestra música popular.
Era un Rey de Midas para la industria discográfica, y en ejercicio de ese perfil, usaba expresiones de vieja escuela o, si se prefiere, chapadas a la antigua. “Este es tu conjunto favorito, ¿no?”, le consultó Pereyra a este cronista en una Fiesta del Día del Nino que Cadena 3 ofreció́ en el Kempis, mientras Miranda! intentaba imponerse en la escala estadio.
Amante del tango y conocedor del folklore tradicional, empatizaba con los músicos, aun cuando estos no fueran afines ideológicamente.
Pero por, sobre todo, su centralidad era política. Y su postura, antiperonista. “Lo que menos soy es peronista. Es terrible un partido que lo abarque todo, desde la derecha hasta la izquierda. Yo creo que tendría que haber cuatro o cinco partidos: uno de centro derecha, uno de centro izquierda, uno más radicalizado para un lado y otro para el otro, y si quiere un partido verde, ecologista. Así́ tendría que ser, con eso estaríamos mejor”, sostuvo en la ya citada entrevista con Alfil.
“Yo soy un tipo de derecha, un liberal en el buen sentido –confesó allí́-. Lo aclaro porque ahora pareciera que ser liberal es un delito”.
Su espíritu competitivo no solo lo llevó a estar en el aire casi hasta sus últimos días, sino que le impidió́ delegar protagonismo, ceder el control, la conducción.
En ese punto convergen virtud, pecado y una certeza: es imposible llenar el vacío que deja Mario Pereyra.