Opinión: Luis Edgardo Jakimchuk / Corren malos tiempos. Tiempos de odios desatados y discursos repugnantes, vomitivos, que lleva al debate y la acción política a perder la línea argumental guiada por la racionalidad. El grado de irracionalidad e irresponsabilidad de la derecha es absoluta.
La crisis epocal del capitalismo en su fase neoliberal, lleva a que la cursilería de la derecha neofascista nativa construya su estrategia, recurriendo a representaciones enaltecedoras del conflicto para desestabilizar al gobierno.
La derecha siempre evidenció una gran versatilidad para enmendar sus crisis y redirigir su dinámica de acumulación. Con el despliegue del odio y la mentira, consiguen retroalimentar mensajes fascistas, y concretamente la repercusión que se le da a los mismos es importante porque lo utilizan para mostrar un Gobierno debilitado, vehículo ideal para que los privilegios logrados (actuar sin límites), sigan intactos.
¿Se puede hablar de un momento neofascista del neoliberalismo?
Si bien es impreciso el término “fascismo” para establecer un diagnóstico del presente, tampoco se lo puede descartar cuando se busca denunciar el exceso de violencia del poder económico.
Más allá de cómo podamos pensar analíticamente, si se puede hablar de neofascismo, porque es una ideología autoritaria y un comportamiento político que se caracteriza por una serie de pasiones movilizadoras que incluyen el ataque a la democracia, al gobierno, a la política, a los derechos humanos. Exterioriza un desprecio por las desigualdades sociales, xenofobia, aporofobia y una obsesión con un odio a la razón horrible.
Los nuevos fascismos están muy vinculados con los mercados, el poder financiero y el capitalismo global. Los estragos causados por el neoliberalismo (desigualdad, empobrecimiento, miseria, hambre, desempleo, desconfianza en la democracia), han preparado el terreno para que emerja un nuevo fascismo que, lejos de combatir al neoliberalismo causante, se ofrece a él para llevar su hegemonía aún más lejos. El objetivo es avanzar por sobre la decepción que dejo el neoliberalismo al no haber logrado asegurar la obediencia del pueblo argentino.
Este nuevo fascismo está a favor del mercado, la empresa, la iniciativa individual, la meritocracia, incluso se quiere un estado fuerte, por un lado, para la complacencia y la complicidad, y por otro, para reprimir las minorías. Naturalizar las desigualdades y terminar con toda forma de ayuda social, son los planteos de los neofascistas locales.
En los últimos cuatro años, el gobierno punitivo de Macri, mostro prácticas autoritarias fascistas, en las formas más predatoria del capitalismo, como la entrada de capitales especulativos para obtener tremendas ganancias. Garantizar formidables rentabilidades a sectores monopólicos. Se buscó consolidar el poder de la élite económica financiera. Y fundamentalmente asegurar que no se puedan imaginar alternativas a su forma de gobernanza.
Un aspecto premonitorio de este fascismo que asola a la Argentina, es el presente signado por el auge de la violencia destructiva y desestabilizadora por parte de la oposición real que tiene el gobierno de Alberto Fernández que son las grandes corporaciones económicas asociadas en la Asociación Empresaria Argentina (AEA). No hay que hacer mucho esfuerzo intelectual para entender y explicar este nivel de esnobismo de la violencia irracional. El problema no es menor, se discute qué nueva argentina reemplazará a la argentina pre pandemia.
La transición será muy dura e incierta. Se necesita construir consensos sobre el principio de la racionalidad, esto es, sobre el principio de la dignidad de todos los argentinos. Pero el grado de agresión que muestran las corporaciones económicas para imposibilitarle al gobierno llevar a cabo un programa de cambio, que signifique ganar un poco menos de lo que consiguieron en los últimos años, muestra que no transitan el sendero de la racionalidad. Otro problema grave que tiene el gobierno es que adolece de una comunicación eficiente frente a la extorsión a la que es sometido diariamente. Muchos dirigentes del Frente de Todos muestran la enorme asimetría que surge entre la dimensión de esta crisis y sus talentos que lo llevaron a ocupar sus cargos.
Va a costar mucho tener una economía tranquila. Prueba de ello son prácticas fascistas como la amenaza al gobierno desde el diario Clarín de Héctor Magnetto: “En un día todo puede cambiar. Por eso hace 27.395 que hacemos un diario”.
Esto muestra claramente que el poder no se dirime solo en elecciones democráticas. El poder real no reside en un solo lugar.
Opinión: Luis Edgardo Jakimchuk/ Enviado a la redaccion de concordia1021digital