Por Lorena Sánchez /Lic. en Psicología – M.P. 1818. Toda crisis genera cambios y la pandemia nos originó varias crisis a nivel mundial. Cómo seres humanos buscamos establecer un equilibrio, después de haber vivido alguna situación problemática, porque vamos adaptándonos a los cambios que se nos presentan (los eventos externos) y a nuestras necesidades, intereses o motivaciones internas.
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Si no nos adaptamos nos enfermamos porque luchamos por mantener ese hábito anterior pero la nueva situación ya está presente generando cambios y esa resistencia afecta no sólo a nivel del organismo, con enfermedades o síntomas físicos, sino también en nuestra estructura psíquica.
La pandemia nos desencadenó distintos estresores y la predominancia de emociones negativas como ira, bronca, enojo por la situación presente que hay que atravesar; o bien angustia y ansiedad ante la aceptación de este evento incierto que estamos viviendo. Esto afecta nuestra calidad de vida porque influye en distintos ámbitos:
A nivel biológico: El sistema inmunológico es la defensa natural de nuestro cuerpo contra las distintas infecciones como las bacterias y los virus. Ante situaciones de estrés, nuestro sistema se debilita y queda sensible ante una posible enfermedad.
Además las preocupaciones que genera el estrés altera nuestros hábitos de alimentación y de sueño, entre otros.
– A nivel psicológico: Aparecen pensamientos negativos, desesperanzados, sensación de vacío, pensamientos ansiosos como preocupaciones recurrentes relacionados a la pandemia ya sea por la dificultad económica que acarrea o por la salud tanto de nosotros como de nuestros seres queridos.
- A nivel emocional: Surgen emociones negativas que nos afectan no sólo nuestro bienestar sino las relaciones que mantenemos con los demás. Por ejemplo la pandemia nos genera irritabilidad, agotamiento, aburrimiento, apatía, ansiedad, miedo, sentimiento de soledad, etc.
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A nivel familiar: Pueden surgir dificultades en la convivencia porque las personas pasan más tiempo juntas sin poder procesar el malestar emocional, económico, laboral, etc.
Dentro del ámbito familiar la pandemia genera una reorganización forzada en los quehaceres cotidianos y en los espacios compartidos porque ahora estamos “todos juntos haciendo actividades individuales”: padres que mientras trabajan ayudan en las tareas escolares de sus hijos; hijos que estudian y ayudan con las tareas domésticas a sus padres porque están trabajando, etc. Además implica emplear turnos para utilizar los recursos que necesitamos para realizar nuestras tareas diarias por ejemplo compartir la computadora o el celular para usar internet.
El malestar emocional, económico o laboral puede desencadenar situaciones de violencia, potenciando la vulnerabilidad tanto en la víctima como en el victimario; ya que aumenta su incapacidad para corregir el comportamiento agresivo.
- A nivel social: hay una nueva forma de interactuar con los demás. Aparece el aislamiento afectivo por miedo a contraer el virus, se cambian los hábitos relacionados a las relaciones interpersonales ya que se dejan de lado el apretón de manos, un beso, un abrazo, un mate compartido, etc.
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A nivel espiritual: las personas puede recurrir a la fe como una salida para su malestar o por el contrario aislarse de todo lo que eso implica.
- A nivel económico y laboral: la crisis económica lleva a que se cierren muchas organizaciones, perdiendo mucha gente su trabajo, aumentando la inestabilidad laboral o dificultando aún más la oferta laboral. Además la disminución del movimiento social, disminuye también los ingresos para las pequeñas empresas.
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¿Cómo repercute la pandemia en las distintas edades?
La pandemia no sólo afecta en los distintos ámbitos de la persona sino que aparecen consecuencias en las distintas etapas de la vida:
-En los niños: repercute en sus relaciones sociales debido a que se aíslan de sus amigos de la escuela,del club, del barrio, etc y deben jugar en casa, muchas veces solos o acompañados mucho tiempo con la televisión, tablet, celulares, consolas de videojuegos, etc para “ocupar” el tiempo.
-Los adolescentes: también pasan muchas horas en internet ya sea para realizar las tareas escolares o viendo temas de su interés, donde muchas veces el contenido no es el apropiado para su edad o influye negativamente en el desarrollo de su identidad.
-Los adultos: suele aparecer tanto el agotamiento físico como el mental. Cuestiones laborales, problemas económicos y responsabilidades cotidianas ocupan la mayor parte de su tiempo. Esto sumado a las emociones negativas que genera la situación actual.
-Los ancianos: al ser una población vulnerable al covid-19, muchos de ellos se encuentran aislados de sus familiares y otros tanto, no tienen acceso a internet para comunicarse a través de videollamadas a sus hijos o nietos. Esto genera mayor vulnerabilidad en los ancianos.
Angustia por tener que aislarse de sus afectos, preocupación e incertidumbre hacia el futuro, lo que potencia el sabor amargo de la pandemia.
Es así que las consecuencias que trae la pandemia repercuten en nuestros pensamientos generando emociones negativas y comportamientos maladaptativos potenciando así el malestar. Por ejemplo:
-Si creo que puedo contagiarme (pensamiento) voy a tener miedo (emoción) y voy a actuar aislándome más de lo necesario (conducta).
-Si creo que no pasa nada, o que no es tan grave como dicen (pensamiento), me voy a sentir seguro y tranquilo (emoción) y voy a relacionarme con los demás sin inconvenientes (conducta) potenciando así el contagio.
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Estrategias de afrontamiento para sobrellevar la situación pandémica
¿Qué podemos hacer para estar mejor en la situación actual que vivimos?. Ante esto se pueden emplear varias habilidades de afrontamiento como: Realizar actividades que se postergan para cuando “haya tiempo”.
Hacer acciones que generen placer.
Plantearse objetivos a corto plazo y fáciles de lograr.
Retomar actividades que se realizaban en el pasado y que eran gratificantes.
Modificar pensamientos negativos ya que esto lleva a potenciar el malestar.
Optar por pensamientos esperanzadores.
Valorar el presente y agradecer por lo que se tiene.
Disfrutar de los más allegados, ya sea presencial o virtualmente.
No recurrir constantemente a los medios de comunicación. Es preferible optar por un buen libro o película.
Ser consciente de nuestras emociones para poder manejar las que son negativas.
Estar atentos a las sensaciones agradables que nos brindan los sentidos: un olor, un sabor, una bella vista o melodía, etc.
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Lorena Sánchez / Lic. en Psicología – M.P. 1818
*Alberto Ocampo / El Avance Radio /102.1 FM Concordia Stereo